febrero 13, 1991

Fuegos (1936) | Marguerite Yourcenar

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Ardiendo con más fuegos... Animal cansado, un látigo de llamas me azota con fuerza las espaldas. he hallado el verdadero sentido de las metáforas de los poetas. Me despierto cada noche, envuelta en el incendio de mi propia sangre.

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Los cristianos rezan ante la cruz y la besan. Les basta ese trozo de madera, aun cuando de él no cuelgue ningún Salvador. El respeto debido a los ajusticiados acaba por ennoblecer el inmundo aparato del suplicio: no basta con amar a las criaturas; hay que adorar asimismo su miseria, su envilecimiento, su desdicha.

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No caeré. He llegado al centro. Escucho el latido de un reloj divino a través del delgado tabique carnal de la vida llena de sangre, de estremecimientos y de jadeos. Estoy cerca del nucleo misterioso de las cosas así como en la noche nos hallamos, en ocasiones, cerca de un corazón.

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Fuegos (1936). Marguerite Yourcenar.

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