enero 31, 2006

Feliz en el recuerdo

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- Doctor: deme un consejito para ser menos desgraciado.


La felicidad tiene que ver con la capacidad de relativizar: la distancia que somos capaces de poner entre lo que nos sucede y lo que nos afecta. Distancia es la palabra. No puedes controlar lo que te sucede, pero sí que puedes decidir lo que te afecta.

- Más fácil decirlo que conseguirlo.

Lo consigues cuando sabes usar la inteligencia de la humildad para poner tus valores por encima de lo contingente. Y, desde esa distancia crítica, aprendes a gozar la satisfacción intelectual de dominar tus emociones y contemplar con lucidez tu paso por la vida.

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- Hay culturas que te hacen desgraciado.

Una escuela alemana considera la depresión como el reverso de la utopía. Las sociedades muy abiertas y libres creen que sufrirían menos depresiones si fueran más cerradas y ordenancistas, y las muy rígidas, en cambio, suelen pensar que serían más felices con más libertad y menos normas.

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- ¿Y usted cómo intenta ser feliz?

El absurdo ha dado mucho sentido a mi vida. Hoy sé que hay que contar con el absurdo para tratar de encontrar algún sentido a todo esto.

- ¿?

Vivimos en una especie de ruido constante, de cháchara ridícula para impedirnos pensar: mirar el rostro de la realidad y aceptarlo.

- No nos deprima.

Se deprimirá si no es capaz de hacer ese ejercicio. Sólo si sabe enfrentarse al vacío, y asumirlo, podrá vivir plenamente.

- Existencialismo.

Sentido común. En algún momento hay que mirar a nuestro destino a la cara...

- Todo sabemos cómo acaba eso, doctor.

Hay que aprender a mirarlo y, de nuevo, ganarnos la distancia: debemos descibrir que sólo somos un ser humano más de los que son y han sido, un congénere más de los que se han asomado al vacío. Sólo la contemplación del vacío llena la contemplación de la vida. Si no has estado allí, no estás acá.

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- ¿Por qué escribe?

Me ayuda a poner esa distancia de la que hablamos. El escritor, aunque crea que anticipa, sólo reescribe. Cuando usted se pregunta si es feliz, sólo será capaz de descubrir que fue feliz. Juzgue su propia vida y verá que lo que le pareció sufrimiento enamorado cuando su primer amor lo dejó tirado, en realidad, era pura felicidad.

- Siempre lo descubres demasiado tarde.

Ahí puede usted obtener esa satisfacción intelectual de la que hablamos. La contemplación de lo vivido, si es lúcida, objetiva, distante y generosa, depara momentos de genuina felicidad. Feliz sólo se es en el recuerdo.

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- ¿Su conclusión?

No soy un hombre de grandes conclusiones. Lo que me sorprendió del Prozac es que reafirmaba la confianza en uno mismo y eso me llevó a intentar averiguar por qué nuestra sociedad valora mucho más la autoconfianza y la fe que la duda razonable. Hoy el psicoanálisis se ha quedado sin base teórica. Antes la gente creía en Freud y en Edipo y la ernvidia de pene. Hoy es un saber difuso.

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- ¿No tenía miedo de revelarle secretos terribles de sus debilidades?

Por eso hay que psicoanalizarse joven, para no tener tantos pecados que revelar. No sé si ahora repetiría.

- Celebro su sentido del humor.

Es terapeútico, créame. La distancia irónica ayuda a mirar más allá del propio ombligo y tal vez con su ayuda puedas ver también el de los demás: "Eres tan feliz como tu hijo menos desgraciado". Ahí tiene usted otra enorme pista: alcanzará su bien en el que pueda usted hacer a los demás.

- Tomo cumplida nota.

Dese prisa, el final siempre está a la vuelta de la esquina. Y nunca sabes de qué esquina. Mis padres huyeron de Hitler con lo puesto cuando todo parecía tan seguro y próspero. Tal vez por eso he intentado invertir en valores que duren más que mi ego.

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Peter Kramer, psiquiatra y pionero del Prozac, entrevistado por Lluís Amiguet en "La contra" [La Vanguardia, 31 de enero].


enero 28, 2006

Segunda adolescencia

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- ¿Segunda adolescencia?

Se vive tras la llamada crisis de los 40. Es un momento de crecimiento personal en el que nos toca "separar, juzgar y dicidir".

- ¿"Separar, juzgar y decidir" el qué?

Crisis viene del verbo griego krinein, que signifia eso: separar, juzgar y decidir.

- ¿Y esa crisis nos sucede a los 40 años?

Nos pasa dos veces: en la adolescencia y en torno a los 40 años. Porque adolescente significa "el que está creciendo".

- ¿No somos adultos a los 40 años, pues?

En lo biológico, sí; en lo psicológico, no. La naturaleza salta y nos pide: "¡Completa ahora tu proceso de maduración!", ¡Crisis!.

- ¿Y qué debo hacer para madurar?

Limpia tu armario: saca lo que te sentó bien un día pero que ya no te sirve. Hábitos, relaciones, actividades... Mete sólo lo que te ilusione, más allá del qué dirán. ¡Atrévete con todo lo que sientas que te enriquece!.

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-¿Tantos asuntos pendientes tenemos?

En la primera adolescencia queremos ser aceptados: hacemos lo que se espera de nosotros. La segunda adolescencia es la ocasión de rescatar lo que tú quieres. Ahora o nunca.

- ¿Estoy en la segunda adolescencia?

Si sientes cierta incomodidad, si te planteas: "´¿Cómo quiero vivir la segunda mitad de mi vida?". Ah, y si empiezas con los nunca.

- ¿Los nunca?

"Nunca había tenido tanta resaca", "nunca me había dolido la espalda", "nunca había pesado tanto", "nunca había perdido tanto pelo", "nunca había fallado en la cama".

- Este nunca será muy deprimente...

Bueno, hay variaciones hormonales y la erección ya no es tan fácil y frecuente. Normal. Y la mujer experiementa irregularidades menstruales, sofocos, olvidos pasajeros...

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- Deme pistas para actuar correctamente.

Hazte un chequeo médico, ¡sin miedo!, y adopta un hábito saludable por año: uno, "dejo de fumar"; otro "corro media hora al día"; otro, "como más fruta"... ¡Ve sumando! Y cultiva relaciones personales estimulantes, y prepara tu futuro económico...

- Todo muy juicioso, sí señora.

Y regálate cada día un tiempito a solas, ¡y ahí cántate las verdades!

- Huy, eso será lo más difícil...

¡Nadie dijo que fuera fácil! Tu otra opción es la del avestruz..., y pasar de verde a podrido. No. ¡Para! Para y separa. Porque si no lo haces tú, lo hará la vida por tí: una enfermedad, una depresión, una pérdida...

- ¿Está amenazándome?

No, es un hecho. Si no te mueves tú, el huracán te tuma. Y más adelante te culparás por no haber tomado decisiones...

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- Oiga, ¿y habá una tercera adolescencia?

Habrá la jubilación. A partir de los 60 años cualquier opción es válida menos una: la de no hacer nada. Y para el hombre, será muy importante haber cultivado amistades, o en esa etapa se sentirá muy solo. La mujer suele mimar eso con mas cuidado...

- ¿Y por qué los hombres no lo cuidamos?

Porque el hombre se siente muy macho si aguanta a solas al trío miserias.

- ¿El trío qué?

Estrés, ansiedad y depresión. Y de tanto aguantar solito, cae en adicciones o comete agresiones o se suicida más que la mujer.

- Un buen cinturón de afectos es la vacuna.

Eso y un para qué. Un para qué en tu vida, algo que dé un sentido a todo lo que haces. Así, conozco a muchas mujeres que se han dado permiso para rescatar su vida.

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- Conviene actuar, actuar siempre, ¿no?

Decidir. Sí. Si tú no llenas tus huecos, siempre te los irá llenando desde fuera.

Deborah Legorreta, psicoterapeuta e investigadora, especialista en climaterio, entrevistada por Víctor-M. Amera en "La contra" [La Vanguardia, 28 de enero]

enero 16, 2006

The last gay word : The brokeback challenge | Brent Hartinger

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Like most movies that capture the country's zeitgeist, there is a stick of lit dynamite burning at the center of Brokeback Mountain. It's a direct challenge to straight America, especially those who want to move the world back to the "tradicional values" of the 1950s. The movie demands that these Americans take a good hard look at the very human cost of their "values".


But there's a direct challenge to gay movie-goers as well, one that's even more explosive, because it's even more central to our lives.And I think it's the real reason why this film is resonating so strongly in gay America.

Gay men in the United States now live in a post-Brokeback world, one where it's possible to share a same-sex love in some place other than a remote wilderness. We can move out of the darkness and the woods, and live more-or-less open lives. At least in the cities and the "blue" state, we don't have to hide our love away, and we usually don't have to fear the movie's terrible consequences.

So what we have done with our new freedom? Have we let ourselves love fully? Or, like Ennis have we found ways to avoid love, excuses as to why it isn't practical, or why the time sitll isn't right?

This is what Brokeback Mountain implicity asks for gay movie-goers: to love now, passionately, regardless of the cost. Seize the day, because one day, possibly before you know it, it will be too late.

Despite the much ballyhooed sex scenes, and the protestation of the right-wingers, Brokeback Mountain is not a movie about sex, but one about love. That, of course, is what being gay is ultimately about too.

Gay men, being men, have never had a hard time finding sex. Sex, after all, is easy, maybe the most natura thing in the world. Just like it was easy and natural in the woods underneath Brokeback Mountain. The love part, on the other hand, is a lot tougher, especially for us, emotionally stunded men.

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In the movie, Brokeback Mountain represents a place of the purest love, of total passion. To climb such a mountain is difficult for anyone, but for a gay men in 1963 Wyomming, it was virtually impossible. To dare the mountain meant paying a terrible price. Maybe breaking on's self. But as Ennis learns to his dismay, once you set foot on Brokeback Mountain, you can't turn back. In the end, you pay the full price of love whether or no you choose to dare the summit. The only question is whether or not you get to enjoy the view, even for a little while.

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Like Ennis, most of us pull back. And some of us, dreading the pain of unmet expectations or hearing the ovices of self-hatred in our heads, try to avoid the mountain completely. But one way or another, we all still pay the price of love denied. I think this explains some of our community's unhealthiest addictions, especially to crystal meth and unsafe sex.

Hopefully, however, that's changing. In my other life, I write books for and about gay teenagers. In meeting with them, I'm continually struck by how different they are from when I was a teenager myself. Most of them reject the hateful anti-gay lies out-of-hand. What do they want most out of life? Not sex particulary, something that surprises a lot of people. The young gay I know all want a boyfriend. The want love. Desperately, achingly, completely.

Will these young people reach the summit? And what of the rest of us, those men still broken and in pain from earlier attempts? Can we finally let ourselves truly love one another? These are explosive, important questions that this movie ask for us, but it's about time somone did. We finally have some of the freedom that Jack and Ennis yearned for. What will we do with it? Let that be the last gay word.

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Brent Hartinger, [http://www.afterelton.com, 16 de enero].