febrero 08, 2007

Sacar las flores del mal


[...]

Yo no creo en ningún tipo de destino, creo que determinadas actitudes y gustos van conformando nuestra vida; salvo esos azares, que a veces son terribles. Y pese a ellos, como decía Baudelaire, hay que sacar las flores del mal.

- ¿Qué dejan los que has amado y se van?

Cuando están vivos tu energía y la suya en cierto modo viven confrontadas, pero cuando se van sus cosas buenas pasan a tí.

- ¿Las cualidades?

Sí, eso creo. Las personas que hemos perdido y que nos han enriquecido siembran en nosotros; y cuando ya no están sus semillas fructifican y sus virtudes pasan a formar parte de tu mobiliario interior.

- Bonita esa idea de que las virtudes de otro crezcan en tí...

A no ser que te suicides, que me parece una opción respetable, si realmente decides sobrevivir, hay que potenciar las pasiones alegres en lugar de la angustia.

- Eso es innato en usted?

A mí me ha costado mucho aprender a vivir. Pero pese a todo lo sucedido, ahora me siento más serena, tengo más recursos para afrontar la vida que hace 30 años.

- ¿Qué herramientas ha adquirido?

Aprendí a vivir el presente, lo cual me costó mucho. Y me propuse olvidar las pasiones tristes, que no me traben.

- Dicen que la alegría es un don.

La entrega a los momentos y la voluntad de hacer las cosas bien nos hace alegres. Si estás sirviendo cafés y lo haces con buena cara (cosa que yo no siempre consigo), alegrarás un minuto la vida de otro.

- ¿Y qué hacemos con el "qué hago yo aquí sirviendo café si quería ser explorador"?

Por cada cosa que hacemos dejamos de hacer otra, y viceversa. De lo que se deduce que no hay nada más estúpido que echar de menos cosas que no hemos tenido o que no hemos podido hacer.

- Quizá a la aceptación también hay que ponerle límites.

Yo lo acepto todo como un experimento, nunca he creído que hubiera gente que tiene más suerte o menos suerte: es cierto que algunos sufrimos algunas adversidades, otros sufren muchas más, pero lo gracioso es: ¿Quién nos ha hecho creer que los momentos terribles no son vida con mayúsculas exactamente igual que los momentos alegres?

- El dolor es muy paralizante.

Cada vez que me ha pasado algo gordo, como todo el mundo, me hundo, pero de inmediato pienso ¿Qué experimento podría hacer con esto?, ¿Qué plato podría cocinar con estos ingredientes?

- Eso es lucidez.

He aprendido que cualquier desgracia personal es una insignificancia cuando la sitúas en el contexto del universo; que uno no debe tomarse demasiado en serio, y que debemos saber vernos desde fuera. Hay que desarrollar esa capacidad de separarse de uno mismo: es muy útil.

- ¿Lo aprendió de jovencita?

No, durante mi juventud el tedio fue una auténtica enfermedad para mí. Pensaba que el amor me salvaría, pero los hombres se me marchitaban enseguida. Hasta que encontré uno que no se marchitaba, que resistió a mi escrutinio y me enseñó a salir del tedio.

- El tedio es una enfermedad muy contemporánea y occidental.

Es la más terrible. Pese a que es una enfermedad de occiosos y de privilegiados, yo prefiero mil veces una enfermedad física: las amenazas a nuestra vida nos hacen fuertes, nos dan energía porque nos permiten luchar. Mientras que el tedio (semilla de la depresión y del suicidio) no nos da nada ni nos deja dar, nos lo quita todo, es un túnel sin fin.

[...]

Imma Monsó, escritora, entrevistada por Ima Sanchís en "La contra" [La Vanguardia. 8 de febrero].

febrero 07, 2007

D.

El amanecer es tu cuerpo y todo
lo demás todavía pertenece a la sombra.

Tus lentas oleadas fuerzan
la delgada membrana
del despertar.

Anuncias qué: no el día,
sino la quieta
duración del latido
en la sombra matriz.

Te anuncias,
proseguida y continua como
la duración.

Durar, como la noche dura,
como la noche es sólo sumergido cuerpo
de tu visible luz.

"El temblor". José Ángel Valente [Mandorla, 1982].

febrero 06, 2007

D.

La lluvia
como una lengua de prensiles musgos
parece recorrerme,
buscarme la cerviz,
bajar,
lamer el eje vertical,
contar el número de vértebras
que me separan de tu cuerpo ausente.

Busco ahora despacio con mi lengua
la demorada huella de tu lengua
hundida en mis salivas.

Bebo, te bebo
en las mansiones líquidas
del paladar
y en la humedad radiante de tus ingles,
mientras tu propia lengua me recorre
y baja,
retráctil y prensil, como la lengua
oscura de la lluvia.

La raíz de temblor llena tu boca,
tiembra, se vierte en ti
y canta germinal en tu garganta.

"El temblor". José Ángel Valente [Mandorla, 1982]

D.

Cómo podría aquí cuando la tarde baja
con fina piel de leopardo hacia
tu demorado cuerpo
no ver tu transparencia.

Enciende sobre el aire
mortal que nos rodea
tu luminosa sombra.
En lo recóndito
te das sin terminar de darte y quedo
encendido de ti como respuesta
engendrada de ti desde mi centro.

Quién eres tú, quién soy,
dónde terminan, dime, las fronteras
y en qué extremo
de tu respiración o tu materia
no me respiro dentro de tu aliento.

Que tus manos me hagan para siempre,
que las mías te hagan para siempre
y pueda el tenue
soplo de un dios hacer volar
al pájaro de arcilla para siempre.


Iluminación". José Ángel Valente. [Mandorla, 1982]